,

La Educación para el Desarrollo como instrumento de lucha social

David Luque Navarro

Artículo aparecido en diciembre de 2006 en la Revista Pueblos

La Educación para el Desarrollo (EPD) ha evolucionado desde una generación más asistencialista y desarrollista a una más causal, que se plantea como objetivos la comprensión del sistema de relaciones internacionales que genera situaciones de desigualdad y pobreza, el respeto a todas las culturas y el compromiso y la movilización por el cambio. Las ONGD europeas han establecido códigos de conducta que definen estas líneas de trabajo. También en nuestro país se han elaborado códigos de imágenes que intentan evitar un tratamiento de los pueblos empobrecidos como pobres víctimas y que defienden su protagonismo y el respeto a su idiosincrasia.

La EPD se desarrollaría a través de campañas dirigidas a la opinión pública, incidencia en el sistema educativo, presión política, investigación-formación, creación de medios de comunicación y desarrollo del comercio justo. Hasta ahí la teoría… ¿Pero cómo son las prácticas de las ONGD? ¿Hasta qué punto son vistas como aliadas por las organizaciones que luchan por la movilización y el cambio social?

Algunas prácticas

Naturalmente, no todas las ONGD son iguales. Muchas han dado grandes pasos hacia ese modelo causal; algunas se acercan e incorporan a los movimientos sociales, aportando conocimientos y recursos, promoviendo la investigación sobre las causas que generan la pobreza y fomentando la presencia en nuestras ciudades de actores y testimonios de los países empobrecidos, además de incorporar la presión política a distintos niveles (local, nacional o internacional); pero las mismas coordinadoras de ONGD advierten que aún se siguen dando prácticas asistencialistas y desarrollistas que sólo buscan la recaudación de fondos públicos y cotizaciones.

Se han desarrollado estudios que muestran que sólo la mitad de las ONGD españolas se plantean como objetivo la movilización por el cambio, la mayoría dependen del trabajo de profesionales y disponen de poco voluntariado, casi el 75 por ciento centran su trabajo de sensibilización ciudadana en difundir sus propios proyectos de cooperación y sólo el 7 por ciento intentan mostrar la relación entre la situación global y la vida cotidiana de las personas. Las escasas alianzas sociales, el escaso trabajo local y la poca continuidad en los proyectos de EPD (sobre todo en las grandes ONGD) son también características que nos muestran estos estudios.

Hay análisis que explican las contradicciones que generan estas prácticas: las ONGD son vistas como corporaciones que se sitúan entre un Estado que va perdiendo su responsabilidad sobre los servicios públicos y un mercado con el que colaboran y se identifican cada vez más; tienen dificultad para presionar a las instituciones, de cuyas subvenciones dependen, se profesionalizan y burocratizan, a veces en exceso, para conseguir más fondos estatales, dependen de proyectos aprobados anualmente y entran en competencia con las demás organizaciones por conseguir estos fondos públicos. Igualmente, han de mantener contentos a los socios que cotizan: su imagen será complaciente hacia ellos/as sin cuestionar estilos de vida y evitando posicionamientos políticos; la competencia por las cotizaciones les llevará también a posiciones más individualistas y poco dadas al trabajo en red. Como el lector puede observar, estas contradicciones aumentan enormemente en las corporaciones con grandes estructuras y más profesionales, siendo miradas con recelo por otras organizaciones que desconfían de ellas como aliadas en un proceso de transformación social. Una verdadera alianza entre ONGD y movimientos sociales exigiría procesos participativos, de trabajo en red y presión política más amplios y continuos; procesos que, en general, también faltan en otras organizaciones sociales fuera del ámbito de la cooperación.

En algunas ciudades existen ejemplos de ONGD que caminan hacia esas líneas de acción. Sintéticamente describiré dos experiencias de la ciudad de Córdoba que nos dan pistas sobre cómo el trabajo de EPD puede enriquecer un movimiento de transformación social.

La asociación educativa Barbiana

Desde 1992 esta asociación trabaja en Córdoba por la concienciación y participación juvenil; al principio funcionaba como experiencia cooperativa de militantes cristianos y progresivamente ha ido incorporando a personas procedentes de distintos movimientos sociales y vinculándose a la EPD. Actualmente desarrolla cuatro proyectos-procesos:

- El fomento de plataformas de solidaridad en institutos de secundaria supone un trabajo con grupos de jóvenes de edades entre 14 y 19 años con quienes se utilizan dinámicas socioafectivas para motivarlos en temáticas de paz, Derechos Humanos, ecología y solidaridad. Los grupos participan en definir los temas de sus acciones formativas, desarrollar actividades propias e implicarse en campañas de otras organizaciones sociales. La reflexión, también en común sobre lo realizado, servirá de base para plantear nuevas acciones. Las monitoras y monitores de la asociación hacen seguimiento de cada grupo y promueven la actuación común de todas las plataformas en las que se implican alrededor de 130 jóvenes pertenecientes a 12 IES de la ciudad. Se trabaja así un proceso educativo en el que la participación, el trabajo en red con otras organizaciones y la incorporación de jóvenes a los colectivos y movimientos sociales son objetivos básicos; el trabajo en equipo, la apertura a las propuestas de las plataformas de solidaridad y la escasa centralización son elementos que dan base a este trabajo y a todos los realizados por la asociación.

- El programa “Solidaridad tarea de todos y todas” planteado en el Plan Municipal de Paz y Solidaridad y desarrollado por Barbiana supone el trabajo de esta asociación con el profesorado de todos los IES públicos de la ciudad (24 institutos); en él se implican además unas 10 organizaciones que desarrollan talleres con el alumnado de estos centros. Temáticas como la solidaridad internacional, la resolución de conflictos, los medios de comunicación, los Derechos Humanos, la inmigración o las relaciones de género son trabajadas con unidades didácticas que intentan integrarse en el proceso educativo de cada centro. Otras actividades como las semanas de la solidaridad complementan esta labor educativa.

- Desarrollo de jornadas por la paz en distritos cordobeses donde se implican organizaciones sociales y colectivos de barrio; se promueve la articulación de estas organizaciones y el trabajo en común para definir sus contenidos. Suponen un acercamiento de temáticas de paz y solidaridad a los barrios buscando la implicación de los centros cívicos municipales que existen en los distritos de la ciudad.

- El trabajo con la Red Universitaria de Solidaridad, creada a partir de diferentes procesos de acción participativa. Barbiana utiliza estrategias participativas adaptadas a las necesidades y potencialidades de los y las jóvenes de la Universidad de Córdoba que fomentan actividades en sus propias facultades, articulándose en los movimientos sociales de la ciudad.

La Coordinadora “Córdoba Solidaria”

Dicha coordinadora es un espacio que promueve desde 1992 la articulación de ONGD, colectivos juveniles, comités de solidaridad con comunidades específicas (saharauis o Sin Tierra de Brasil), grupos ecologistas, grupos de acción católica, movimientos globales, colectivos de lesbianas y gays, entidades de consumo responsable… Sus procesos de trabajo en red y presión política han hecho que, paulatinamente, los colectivos de la coordinadora se incorporen a campañas locales, nacionales e internacionales, profundicen en temáticas de interés para el fomento de la paz y la solidaridad en Córdoba y desarrollen una acción de presión política sobre las instituciones de la ciudad para que den pasos en este sentido. Fruto de esta presión ha sido el Plan Municipal de Paz y Solidaridad en el que numerosos colectivos participan y que es supervisado por la propia coordinadora.

Pienso que es posible que las organizaciones que buscan el cambio social se articulen en un movimiento que, con la participación de barrios, ciudades y regiones, defina procesos más amplios de lucha en común. Construir esa alianza es el reto que tiene un movimiento por la justicia global, tan necesario en nuestro mundo.

Descarga aquí el artículo original de la Revista Pueblos